¡Qué Dios me agarre confesado! Lo digo porque sé que al escribir lo que pienso de los tatuajes me voy a volver menos popular y se me va a acusar de mundano, pos-moderno, light, licuado (así nos dicen a los que, según ciertos entes, mezclamos la fe), perverso, etc. y puede ser que hasta alguno piense que soy un espía de alguna secta new age o satanista, tratando de infiltrarme en la iglesia católica... en fin, como me confesé hace poco, espero salir bien librado del apedreamiento colectivo de los «expertos en el tema» y de los «super católicos».